¿POR QUIÉN VAS A VOTAR EL 2021?


 


El uno de julio de 2018, desde las 16:36 horas, se decía, en encuestas de salida que López ganaba con 52 %, mismo porcentaje con el que inició su campaña, ante dos candidatos de paja y otro de estiércol (la imposición de Felipe Calderón, tras descubrir sus límites en el primer debate nacional, decidió darse de baja). Al final, López ganó con el 53 % y más de 30 millones de votos. Estoy convencido que hubo más abstención. Lo único que recuerdo es que mi cuello se puso rígido. Conocía a López desde 1990, fue jefe de gobierno del Distrito Federal, y padecí los 5 años (el sexto era candidato presidencial, como lo era desde el primer día, sólo que ahora formalmente), también sufrí el conflicto postelectoral en 2006. En 2012 le vi muy mal de salud, ni qué decir del marketing aplastante de Peña Nieto. En 2018, salvo que compitiera solo, lo daba por amortizado. Y compitió solo. Los de paja ni siquiera arrancaron. Anaya había sido acusado sin motivo por la entonces Procuraduría General de la República, y de Meade, no recuerdo spot alguno.  

 

Las encuestas, hoy en día, no son informativas, son preceptivas. La finalidad de tales números son desalentar a unos y cambiar el criterio de los que votan por el caballo ganador. Eso pasó en Jalisco, donde un sujeto que en su vida ha trabajado, llegó caminando a la Casa Jalisco. La democracia no debería limitarse al sufragio, pero una cosa es cierta: la mayoría de los ciudadanos creen que su condición sólo implica eso, votar. Si ya de por sí es poca cosa, son los menos los que lo hacen a conciencia. Algo muy frecuente en México es creer que el voto es un castigo, una venganza. Se vota pensando en el pasado, una minoría valora lo que representa -como proyecto- un candidato. Es el absurdo del contrato social de Rousseau: dejarlo todo al albur de la voluntad y rehusar a pensar.

 

Si es cierto que más de 30 millones de mexicanos votaron por López, hubiera sido interesante preguntar cuántos votaron contra Peña Nieto. Imaginemos que López, junto con sus aliados había superado el techo de 15 millones para lograr 20. El resto era cruzar los dedos y esperar a los “vengadores.” López, eterno candidato, en 2012, supo aprovecharse de los millennials que sabotearon a Peña Nieto en la Universidad Iberoamericana. No alcanzó, y seguramente, los líderes de molde como Attolini y Genaro Lozano, dieron para poco. En cambio, cuando Carmen Aristegui lucró con su despido de MVS, más la desaparición de 48 normalistas en Iguala, se preparó el caldo de cultivo. Peña jamás fue capaz de contestar un golpe mediático, tampoco cesó a quiénes debía. Los “vengadores” lo tenían fácil. Pero ¿Pensaron en lo que sucedería? ¿Sabían de los vínculos de MORENA con los socialismos hispanoamericanos? López lo iba a negar -como lo dicta el libro- pero además tuvo otro competidor de paja: la irracional comparación con Trump. Y eso sirvió de distracción frente a los vínculos con Daniel Ortega, Nicolás Maduro, Evo Morales y La Habana. Pensar en cárteles del narcotráfico no es hábito del votante, al mexicano medio le encanta hablar de los capos como para darse importancia, a sabiendas, y, también, se emocionan vinculando a cuanto personaje público llegue a la memoria: desde el ya finado Paco Stanley hasta el inmortal Chabelo. En suma, el voto son los 5 minutos del ser y el hacer de un ciudadano cuya credencial electoral es más un carnet de identidad que una conciencia de ser actor en orden al bien común. No me atrevo a calificar esto como frivolidad, pero sí como inconsciencia. El votante “vengador” -aquí sí prefiero calificar, en vez de emplear el término indeciso- è mobile qual piuma al vento. López y su equipo (integrado por López) no ha calculado esto, porque en 2021 los vengadores ya no tienen con quién desquitarse, el que otrora se autonombró “rayito de esperanza” va en caída libre. El techo de sus votantes tiene goteras -no hay dinero- y decenas de miles de votantes hoy pierden sus empleos, negocios y fuente de ingresos, ya no digamos los afectados por la pandemia, aquello está fuera de control. El problema es que los conflictos internos en el Partido de Acción Nacional o el suicidio del PRI, es que la oferta es muy pobre. Su única posibilidad es que los “vengadores” se incrementen en tal cantidad que votarían por una vaca antes que votar por un candidato de MORENA.

 

Rigoberto Gerardo Ortiz Treviño  


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