ALL LIVES MATTERS.
Sería inhumano, de mi parte,
no lamentar ni condenar la muerte por abuso policial de George Floyd. Por motivos
profesionales, que no vienen a cuento, he visto muchos casos de abuso de
autoridad, en un país como México, donde la violencia tiene carta de ciudadanía,
no obstante, es imposible acostumbrase o ser indiferente a ello. En los Estados
Unidos de América, la violencia racial resurgió luego de la crisis de 2008. Tan
inexplicable es el premio Nóbel de la paz a Barack Hussein Obama, como el hecho
de que siendo él un afroamericano, demostrase tan poca empatía con una minoría.
Obama no pudo encajar los golpes de una crisis que dejó a millones de personas sin
empleo y que transformó a Detroit en una ciudad fantasma, donde la delincuencia
campó a sus anchas. Otro Nóbel -en este caso de economía- Paul Krugman, cantaba
victoria sobre la derrota de esa bestia negra llamada neoliberalismo -ese
invento del socialista Alexander Rüstow-. Krugman, como buen keynesiano, cree
que el dinero público surge por generación espontánea, y que no hay nada como
endeudarse de manera irresponsable “para reactivar una economía”. Hay otra
burbuja -que cuando estalle, será una bomba H, no atómica como la hipotecaria),
que se infló -mientras Obama sonreía-: La de los créditos universitarios. Para
colmo, los Estados Unidos se metieron en un berenjenal abriendo frentes inoportunos
como la Primavera Árabe o el ISIS. Siendo un polvorín aquello, era la presa
ideal de aventureros, especuladores y políticos en eterna campaña. Así, en
2013, luego de la exoneración del policía George Zimmerman, acusado de la muerte
del joven afroamericano Trayvon Martin, surgió en Twitter el trending topic #BlackLivesMatter
y con ello, se conformó toda una revolución de color: Black Lives Matter. Mucho
cuidado con subestimar las revoluciones de color (invento de un tal Gene Sharp).
Revoluciones de color precedieron las guerras en la ex Yugoslavia, la Primavera
Árabe y el golpe de estado en Cataluña en 2017.
Toda vida importa, toda
persona humana es igual en dignidad, y así lo recordaba un líder de la talla de
Martin Luther King junior. De hecho, en eso radica la diferencia entre las
revoluciones de color y un movimiento como la NAACP (National Association for
the Advancement of Colored People), está última tuvo liderazgos visibles, en
los otros movimientos, tal parece que las redes sociales son las que dan la
cara.
Es interesante que en Cataluña
no hubo -ni lo hay- un líder carismático y comprometido, durante y luego del
golpe de 2017. Carlos Puigdemont un aldeano, fue quien proclamó la
independencia de una comunidad autónoma -que jamás fue colonia de España, sino
parte de tal Estado desde la Edad Media- en la sede del parlamento catalán, con
una presidente complaciente (Carmen Forcadell), retractándose a los 30
segundos, y al poco tiempo se hizo a la fuga, para vivir en una mansión en
Waterloo. Menudo líder, ¿sabrá cuántas veces estuvo preso Gandhi o bien, podría hablar de los padecimientos de Nelson
Mandela en la isla Robben? El liderazgo se gana, cultiva y se crece ante una
causa justa.
En España, un señor llamado
Pablo Iglesias, dejó morir a 20 mil ancianos so pretexto de falta de insumos
médicos por el COVID. Pero las revoluciones de color, están de su lado. Iglesias
no fue un homicida negligente, es un asesino doloso. En España, sin embargo,
asombra la apatía social, quizás luego de un confinamiento social muy severo
por la pandemia, pero también, frustrada ante una división de poderes en franca
crisis. Desde que el Tribunal Supremo sentenció como simple sedición a un acto
de rebelión en Cataluña, poco parece generar confianza en las instituciones. Tras
la peor gestión en Europa de la pandemia del SARS-CoV-2 por el gobierno de
Pedro Sánchez, ¿qué esperanza tienen los deudos de recibir justicia ante
tribunales que se rinden a la presión mediática o de la infame fiscal general
Dolores Delgado?
Las revoluciones de colores
en la antigua Yugoslavia, al principio lucieron simpáticas y justas, y Alemania
se dio el lujo de reconocer a Eslovenia como un estado soberano. Eso no fue
abrir un grifo, sino derrumbar el muro de hormigón de la poresa. En España la
crispación aumenta, pero de España y la hispanidad me ocuparé en el siguiente
post. Por ahora, sólo dejo una pregunta en el aire. Martin Luther King junior siempre
reprochó a Malcom X el empleo de medios violentos para protestar. Pero ni de
broma los actos perpetrados por los seguidores de Malcom X consistieron en
saqueos a tiendas de lujo, vandalismo a bienes públicos o agresiones a
estatuas de personajes históricos -también hablaré de ello en el siguiente post-.
La reciente revolución de color es para los mass media, es ya para incidir en
el voto. Retomo mi cuestionamiento: En el primer intento de marcha a Selma,
King se arrodilló en el puente Edmund Pettusa, no lo para avergonzarse sin
motivo, sino para pedir luz a Dios, ante una evidente recepción violenta, tanto
de policías como de racistas. ¿Es vigente el mensaje de King en 2021?: “Si
logramos llevar nuestra batalla —dijo King— con amor y dignidad, la posteridad
dirá que hubo una vez un gran pueblo, el pueblo negro, que inyectó en las venas
de la civilización una nueva sangre de dignidad y de ideales”.
Rigoberto Gerardo Ortiz Treviño. 22 junio 2020.

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