¿Y LA ESTAFA MAESTRA?
Muchos recordarán a Salvador Camarena, aquel sujeto de cabello largo, tardo
hippie, que fuera locutor de XEW y uno de esos masoquistas dispuestos a
formular dos oraciones en el segmento de Radio Fórmula con Denise Maercker. Camarena, siempre de izquierdas, cliente frecuente del Au
Pied de Cochon, taurófilo, honra su afición mirando los toros desde la barrera:
el comunismo está mejor en Venezuela. Pero ir a remolque en la opinión,
elevando a los altares al socialismo chic, tiene
su precio, vamos que la tozudez premia, y Camarena logró su minuto de gloria.
El buen periodista logró encarnar a Bob Woodward y Carl Bernstein, mientras
coordinaba un equipo que se visualizó como el Spotlight del Boston Globe. Y
vaya que lo logró, la eternidad se ha plasmado en un libro: La estafa maestra[1]. El conjunto de
artículos de “periodismo de investigación” describía toda una trama de corrupción
donde algunas universidades públicas estaban involucradas con instituciones de la Administración Pública Federal, de ahí el “genial”
nombre. La villana del tinglado era Rosario Robles Berlanga. Desconozco el
estado procesal o contencioso administrativo del caso. Puedo intuir la
metodología de los artículos, sin garganta profunda de por medio, bastaban solicitudes de
transparencia a la Secretaría de Desarrollo Social, entre otras dependencias. Pero como Woodward y Bernstein, en la vida
real, aquello fue mucho ruido y pocas nueces. Nixon no renunció por las filtraciones del
desleal agente del FBI William Mark Felt, sino por perjuro (hoy todos mienten y
sonríen como si nada hubiera pasado). La estafa maestra, al menos la trama ahí
descrita, no parece tener recorrido en los tribunales. Si Rosario Robles está tras las rejas, ha
sido por la prevaricación de un juez de control -pero eso es otro tema-. Como es de sobra conocido, Woodward
y Bernstein lograron algo que muchos creen moral: haber destrozado la fama de
un presidente. Nixon se defendió con uñas y dientes, si no llegó a la
bancarrota fue porque Gerald Ford, otorgó un perdón presidencial a su antecesor, el 8 de septiembre de 1974. De cualquier manera, la estafa maestra quedó en la imaginación de muchos
mexicanos como el caso Watergate en la de los estadounidenses que votaron por el Partido Demócrata en 1977. Si un eslogan de
campaña de López Obrador era “el pueblo está harto de tanta pinche tranza”, la
Estafa Maestra nutría el apetito del potencial votante harto de la Casa Blanca,
la reforma educativa o la espectacular fuga del Altiplano del narcotraficante más poderoso.
El pasado 15, Salvador Camarena escribió en El
Financiero:
“Este político (López Obrador) quiere ser un predicador.
Un (chiqui) Moisés para toda ocasión. Un declamador de monólogos. Un actor que,
para exasperar a sus críticos, su gran truco, según acaban de filtrar en un
video, es hablar des-pa-ci-to. ¡Qué derroche de recursos!
Todo lo anterior, pero este Presidente no quiere
ser Presidente de todos los mexicanos.”[2]
Quiero creer que Salvador ha encontrado su camino a
Damasco, después de todo, desde mediados de marzo no abre el Au Pied de Cochon,
y debe echar de menos una buena copa de Pinot Noir. Como muchos ¿temerá que ese
mundo termine tras la recesión y el evidente colapso económico en camino?
Seguramente en septiembre habrá temporada grande en la Plaza de toros México.
Siempre, será seguro abuchear al torero desde un tendido, pero lo que representa
la 4 T no es, ni remotamente, la España de Felipe González. La 4 T sigue el
espejo de Venezuela, con médicos cubanos incluidos. La estafa maestra fue una
estafa sin maestría alguna, pero creó una imagen que influyó en el ánimo de
muchos de los electores el primero de julio del 2018. Cuando el prestigiado
restaurante francés reabra sus puertas, ¿Salvador Camarena pedirá una copa de
Carbernet Franc mientras lee algún libro de ética periodística?
Rigoberto Gerardo Ortiz Treviño, 18 de junio de
2020
[1]Miriam CASTILLO MOYA
(et. al.), La estafa maestra, Temas de Hoy, México 2017.
[2]Salvador CAMARENA
“Este Presidente no es Presidente”, En:
https://www.elfinanciero.com.mx/opinion/salvador-camarena/este-presidente-no-es-presidente
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